
Desde la niñez en adelante algunas preguntas persistentes ocupan nuestra mente: ¿Haré amigos en mi nueva escuela? ¿Qué pasa si me sacan del equipo? ¿Cómo voy a pasar los exámenes finales? ¿Qué tal si mis padres se enteran de la infracción que cometí por exceso de velocidad? ¿Me aceptarán en la universidad adecuada? ¿Podré pagar mi educación? ¿Obtendré un buen empleo?
Convertirse en adulto, tener ingresos y ser independiente puede incrementar el factor de preocupación en la vida: ¿Me casaré o no? ¿Con quien me casaré? ¿Por qué no me casé? ¿Obtendré el ascenso que merezco? ¿Habrá ataques terroristas? ¿Estará el Seguro Social en bancarrota cuando yo sea demasiado viejo para trabajar? ¿puede un tsunami llegar a nuestras costas al igual que en Tailandia? ¿Qué tal si contraigo una enfermedad incurable? ¿Qué pasa después de la muerte? ¿Estoy listo para mi encuentro con Dios?
"Cómo escribiera un autor hace muchos años. Dios es fiel al proveer para cada necesidad, inclusive fortaleza para hoy y esperanza para el mañana." (Alex McFarland, 2007)
Todos los humanos tenemos las mismas inquietudes... ¿o no?
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