A veces no les ocurre que tienen la cabeza tan llena de cosas que al mismo tiempo no piensas en nada... bueno así. Estos primeras semanas del 2018 han sido un sube y baja de todo, buenas noticias seguidas de malas noticias, seguidas de espectaculares noticias y de nuevo malas noticias... Un rato de sientes vencedor y el otro una bolsa de boxeo a la que golpean sin descanso.
Bufff, la vida sencillamente no es sencilla. O es tan sencilla como escojas vivirla. Depende de cada quien. No lo sé. A veces cuando sientes que tienes todas las respuestas, te asaltan otras dudas. Las pocas veces que me pongo modo "filosófico" me pregunto: ¿Cuál es el objetivo de todo esto? Es decir, si esta vida fuera una especie de videojuego gigante e infinito, la meta de cada prueba es superarla y seguir al siguiente nivel... y, más o menos así es la vida cristiana: vives, te enfrentas a una prueba, la enfrentas con la ayuda de Dios, la superas y pasas a la siguiente... ¿Pero que hay al final del camino? ¿Cuando termine todas las pruebas? ¿Más pruebas? Una persona religiosa, bueno, al final de todo está el paraíso eterno, la vida eterna.
Si, eso está bien, ¿pero eso es todo? Nuestra motivación es llegar al cielo ¿para qué? ¿para vida eterna o acaso hay algo más? Creo que aún no hemos descubierto lo que se encuentra al final del camino. Me niego a aceptar que lo que me espera más allá del sol es un montón de nubes y ángeles en batas tocando arpas y guitarras.
Creo que hay algo más. Sospecho que hay algo más. Hay algo más que aun no acabo de descubrir. Creo que el día que lo descubra encontraré esta motivación para enfrentar cada día y decirle al hocico: ¡Venid que no me vas a destruir!